17 de noviembre de 2007

Viernes diferente

Estaba escribiendo el guión del corto que tengo que mandarle a Matias, pero necesitaba distraerme y decidí leer mails. Entonces, hubo uno que me llamó la atención, y yo que pensaba que iban a ser estupideces. Era de Virginia Janza, una invitación que decía: "Una noche para vivir la creación artística en tiempo real". Me gustó la idea, la llamé a Sofi. Eran las ocho y esto era a las diez y media, no iba a terminar el guión, pero dejé todo, total mañana se lo mando, pensé.
Fuimos caminando, estaba linda la noche para caminar, aunque era lejos, no nos importó. Llegamos tarde pero todo bien, porque no había empezado. Nos dio la bienvenida Eugenia Corio, que presentó a Karina Macció, y después leyó unas poesías bonitas. Muy interesante el trabajo de
Karina Macció. Después otras tres escritoras dramatizaron tres poesías, y aunque no vi mucho porque estaba en el fondo, me gustó. Finalmente disfrutamos de la pintura en vivo de Karin Godnic, Luli Illia y Alfredo Megy, mientras escuchábamos (también en vivo) a Wasabi (música experimental con piano, teclado y percusión, original y creativa).
Mientras la primera escritora leía un fragmento de Amarillo, el libro que actualmente está en proceso de edición, Sofi me miraba y me miraba y yo no la quería mirar porque sabía que era para decirme "¿Lu, cuándo termina?", y como no la miraba, estás re colgada, me dijo. No estaba colgada, estaba prestando atención, concentrada, incrédula, anonadada, feliz. No podía creer que estaba donde estaba, al fin encontré un lugar que me gusta, que me hace sentir bien, que no me aburre como esos boliches que a todos les encantan pero a mi me aburren tanto, esto me encanta, y también le gusta a otras personas, encontré personas que consumen lo mismo que yo, al fin, y eso esta buenísimo, pensé. Somos una minoría, pero somos, digo, existimos, no era yo la única, no estaba loca, de repente encuentro el sentido de pertenencia a algo, raro, porque pensé que no lo tenía. Dos hombres se besan y se tocan y a nadie parece importarle, todos están vestidos como si trabajaran en un circo, y el baterista hace unas caras muy graciosas, pero nadie se ríe, a nadie le importan esas estupideces, y eso me encanta.
Después con los pintores, Sofi veía que había gente que se paraba y se iba, entonces me miraba con cara de estoyaburridaymequieroir, pero yo seguía sin mirarla, para que no me lo dijera, porque yo no me quería ir y no había nada que me pudiera despegar de esa silla, hasta que no termine no me voy, pensé, pero no dije nada.
Eso me gusta de Sofi, que está abierta a conocer cosas nuevas que no están de moda, cuando le digo: "escuchá esto...", no me dice como el resto de mis amigas "¿En castellano no tenés nada?", no, Sofi sólo busca algo que nos guste a las dos, que casi siempre es lo que primero me gustó a mi y después le gustó a ella, porque Sofi es así, todo lo que a vos te gusta, a ella le gusta y lo que a vos te disgusta, a ella también le cae mal, siempre es así.
Volvimos caminando, y yo me sentía tan bien que ni siquiera me importó ver a esos adolescentes corriendo en calzoncillos y después sin calzoncillos, que nos gritaban cosas.

11 de noviembre de 2007

Domingo

Una etapa se termina y no se si tengo ganas. No. No tengo ganas, pero bueh la vida es así y los cuatrimestres tienen cuatro meses, no tres no cinco, C-U-A-T-R-O. Me da bronca pero después digo que va a ser. Estoy triste, pienso. Y me acuerdo de: "Todo comienzo tiene un final, pero todo final marca un nuevo comienzo". Bajo la cabeza, y acepto al tiempo y sus limitaciones. El próximo será todavía mejor, me conformo.

5 de octubre de 2007

La venganza

No era un buen día para Mabel. Estaba cansada, aburrida, agobiada, hastiada, pero estaba. Estaba con los pies sobre la vereda de la calle Guise, esperando. Eran las tres menos diez, pero a ella le gustaba llegar siempre un rato antes, por las dudas de que el cliente fuera por demás de puntual, llegara antes, y se fuera por no verla ahí. Era la primera muestra que hacía, porque había estado toda la mañana en la inmobiliaria. No era la primera vez que mostraba este departamento, lo había mostrado muchas veces, pero era una propiedad difícil de vender. Sentía que los ambientes estaban mal aprovechados: había tres cocinas, sí, tres ¿quién usa tres cocinas en un departamento de cinco ambientes? También había dos baños, una habitación, una sala de estar, otra habitación que tenía sólo un diván y unos cuantos libros sobre los almohadones tirados en el piso, un salón enorme con piso de madera que tenía una de esas barras que usan las bailarinas de clásico, con un espejo que ocupaba toda la pared. Estaba muy bien decorado, era moderno y no parecía usado. Sin embargo tenía un ambiente cargado de depresión, tétrico, aflictivo. Mabel estaba segura de que eso, que aunque no era algo tangible se sentía muy fuerte, era el motivo por el que no podían venderlo.No sabía nada sobre el dueño del lugar, y eso era raro, porque a ella le encantaba hacer predicciones sobre cómo eran los dueños. Pero este le costaba mucho, no podía descubrir su perfil. Imaginó que era una mujer, a la que le gustaba mucho el baile y también cocinar, que seguramente era psicóloga.Supuso todo esto, a pesar de no conocer a esta persona, porque el dueño apareció un día en la inmobiliaria, dejó las llaves, y dijo “vendanlo”. Pero eso fue algo que Mabel escuchó, porque no estaba presente y no conoció a este sujeto extraño.Ahora tenía que atender a una mujer adinerada que, acompañada por su hija como consejera, buscaba un lugar amplio para continuar con su vida. La mujer llegó a las tres en punto, con su hija. Se saludaron, Mabel fue tan educada y simpática como siempre, tanto, que nadie noto que en realidad no tenía ganas de estar ahí, saludándose con ellas. Entraron al edificio, y después al ascensor. Hasta el momento las clientas no mostraban cara de nada, ni de desagrado, ni de sorpresa, alegría, nada. Entonces Marbel empezó el arduo trabajo de vender el ascensor, aunque era lo más fácil de vender. Capacidad máxima de cinco personas. Ajá, ajá. Con espejo, y parada automática, si se corta la luz tiene un dispositivo que facilita el uso manual, y usted puede bajarse en el piso que quiera, sin quedar encerrada. Bah. Ante las caras inexpresivas de la vieja y su hija, Mabel se quedó callada, y no dijo más nada hasta llegar al décimo piso, donde estaba el departamento. Lo mostró. Dijo las mismas estupideces que decía siempre como “tiene lindos apliques” y cosas así. Mintió, como siempre. Las ricachonas mantuvieron su posición de cara de nada. La vieja acotaba cosas de vez en cuando y preguntaba estupideces, más estúpidas que los comentarios de Mabel. La chica no hablaba, sólo sonreía, con una sonrisa de gordita simpática, a pesar de que no era gordita. Tardaron como media hora en verlo todo. Al final Mabel ya no sabía que inventar, entonces no hablo más. Y eso era raro en Mabel, porque hablaba hasta cuando tenía sexo, incluso sus amantes sabían que si hablaba, era porque le gustaba, y sino, no. A veces ella pensaba que sólo la pasaba bien cuando hablaba, porque era el hecho de hablar lo que influía y no al revés como los hombres pensaban, ellos pensaban que la pasaba tan bien que por eso hablaba, pero no era así, porque hablaba para pasarla bien. Y ella siempre tuvo miedo de ese placer, porque creía que a los hombres no les gustaba, les daba bronca, creía que esa obsesión era una especie de maldición, y que algún día un hombre se iba a vengar, no uno que hubiera tenido una relación con ella, sino cualquier hombre, le iba a hacer algo terrible, algo que la marcara e hiciera que ella no pudiera tener esa satisfacción nunca más.A veces Mabel se comparaba con una guitarra, y pensaba en que el día en que ese enviado misterioso (que se iba a vengar de ella en nombre de todos los hombres con los que alguna vez había hablado en la cama) apareciera y cumpliera su misión, algo en ella se iba a cortar, se iba a cortar una cuerda vocal de su garganta, se iba a cortar una cuerda de la guitarra. Bueno, Mabel era muy supersticiosa y creía mucho en las maldiciones. Pero entonces no, no hablo más, desde ese momento, hasta hoy, nunca volvió a hablar.Justo cuando estaban saliendo del lugar, apareció el dueño. Era hombre, para sorpresa de Mabel. Tenía unos veintiséis años, y era un clon de Ben Affleck. Si yo tuviera veinte años menos o él veinte años más, pensó Mabel. Entró al departamento como desesperado, sin saludar. Mabel entró corriendo atrás de el para ver que le pasaba. Tenía olor a wisky y a cigarrillo y una camisa cara, toda desprolija, con algunos botones mal prendidos y otros rotos. Se fue al cuartito donde estaban el diván y los libros, Mabel lo persiguió, agarró algo, ella no alcanzó a ver qué. Después agarró un copiño que había tirado en la barra del salón de baile, lo llevó a la cocina y lo tiró adentro del calefón, que hizo una pequeña explosión. No lo voy a necesitar más, dijo el dueño. No a Mabel, ni a nadie, lo dijo en el aire, hablando sólo, como enajenado, porque a ella ni la miraba, cómo si no estuviera ahí. Entonces fue a la puerta, que estaba abierta, porque la vieja y la simpática todavía estaban ahí paradas presenciando todo, Mabel corrió atrás de él, pero siguió sin decir ni una palabra. El dueño la miró a la simpática, que seguía con la sonrisita irritante pintada en la cara, y le dijo “¿sos feliz?”. Mabel no entendía nada, ni porqué había quemado un corpiño en un calefón en lugar de hacerlo en la estufa, con leños y todo que tenía, ni de quién era el corpiño, ni porque le hablaba de esa forma a la simpática. Por un momento quiso pensar que a lo mejor se conocían, a lo mejor el corpiño era de ella, a lo mejor lo había engañado y ahora venia y se le reía en la cara y encima con esa, esa risa, entonces por eso el dueño le hacia esa pregunta con ese tono tan amenazador, porque se quería vengar, por que la odiaba, porque ella de verdad era una yegua. Pero todo lo pensó en un segundo, y después volvió, aunque sin hablar, a la situación y vio que la simpática, sin saber que hacer, incómoda, soltó una risita tímida y dijo “Sí”.Lo próximo fue un pum, que le traspasó el cráneo a la piba y embadurno de sangre a la vieja, a la veintitrés que el dueño tenía escondida (pero después dejó de esconder) y a los zapatos nuevos de Mabel. Entonces Mabel supo que fue ahí cuando una cuerda de la guitarra se cortó. Y después otro pum, que fue el sonido de la justicia ciega, de lo inimputable, de lo que transformaba al asesinato de la simpática en un “caso sin condena posible”, el sonido que hacen las hojas de los arboles, cuando llega el otoño y deciden terminar con sus vidas, de la muerte. Del suicidio del dueño. Del final de los orgasmos para Mabel, porque nunca más pronunció una palabra.

2 de octubre de 2007

Las musas

No podía, sabía que no podía. Tenía mucho tiempo de sobra, pero no podía. Después de esa llamada, esa llamada que le rompió la cabeza, ya poblada de confusión. Porque Andrea siempre le rompía la cabeza. Te odio. No entendía porqué dos palabras tan sencillas cargaban con tan mohoso significado. Las palabras no morían, nunca terminaban, seguían, resonaban y rebotaban en el cráneo ya putrefacto de Daniel. Pero la otra, la llamada de Valeria, también le rompió la cabeza, aunque hoy, sólo hoy, porque las llamadas de Vale nunca provocaban eso, pero hoy, qué día de mierda, hoy sí. El recital era a las doce, todavía tenía diez horas para practicar, pero igual, no podía. Es que si revolvía muy muy adentro, encontraba algo raro, algo que en su niñez su mamá llamaba “cuando te arrepentís de robarle las monedas a la abuela”. Eso que la gente llama moral, él lo tenía, mezclado con los riñones, por algún lado, adentro, no sabía dónde, pero sentía que lo tenía. Y era eso, lo que no le permitía tocar hoy en el recital, sincronizado hacía ya más de dos meses.
Andrea, Valeria, Claudia, o Martina, era lo mismo, todas iban a estar ahí, todas las que lo habían probado, y se habían vuelto adictas a él: la oficial (que ahora era “la ex”, hasta que pudiera convencerla de que no conocía a ninguna Valeria y que no tenía idea de porque tenía ese mensaje en el celular que se olvidó en su casa, después de pasar la noche juntos), y las otras, que tampoco sabían que eran en plural, porque como amantes, creían que la única estúpida era Andrea la oficial, pero ellas, también eran cornudas. Sí, todas iban a estar ahí, y las posibilidades de que se cruzaran y descubrieran la verdad eran muchas, pero muchas. Igual a Daniel las otras, no le importaban, porque cómo las había conseguido a ellas, podía conseguir a muchas más. Le importaba Andrea, esa si, y era la única que ya sabía que él era un idiota, con ella no tenía demasiadas oportunidades: o le creía el verso que iba a inventar, y volvían, o no le creía nada y todo seguía igual que hoy. Si pasaba lo segundo, su vida se iba a transformar en una pesadilla peor que la que ya era, porque en el fondo, Daniel se arrepentía cada vez que era infiel.
Ya eran las siete, sabía que no podía cancelar el recital, tampoco tenía mucho tiempo para practicar, y menos para pensar como evadir a sus mujeres esta vez. Confundido, amargado, sintiéndose miserable, se dispone a practicar cuando una cuerda de la guitarra, se corta.

28 de septiembre de 2007

Carta a Eva:

En un cuaderno viejo, leo: yo soy el Masi soy- Jorge de la Vega-kerosene, tiner, agua ras, telgopor- clavos pintados, cubo con alambre, madera, negro en amarillo y blanco en rojo. Y me acuerdo: Bobby, clase de arte, escultura de Eva y Luchi, dibujo del pobre Maxi, fórmula para hacer una pasta extraña, falta una hora para que termine la clase pero ya estamos en el momento de transe en el que, inmersas en nuestro mundo de imaginación y fantasía, hablamos pavadas.
Eva, Eva, Eva, Eva. Eva. Ojos grandotes, ropa suelta, pelo negro, maíz en las manos. Manos chicas, pequeñitas, regordetas, rellenas, carnosas, manos suaves, manos duras, manos frágiles, con dulzura, si me acuerdo tu locura, estoy de nuevo en la bravura. Eva Eva, Eva. Me acuerdo y lloro, porque como vos ninguna, como vos... NINGUNA.
Y me preocupa, pero no, supongo que hay que resistir, ser fuerte, no llorar. Los niños no van a la guerra. La guerra es excremento. Los niños mojan la cama, porque el que se acuesta con niños, amanece mojado. El sudor moja, y el agua, y el pis. Pero yo no. Y lloro igual, no me importa. No me importa, pero importa que estés lejos. Tan, tan, lejos. Porque de aquel verano nunca más te vi, y a nadie como vos encontré. No encontré, y no busqué. Y no voy a encontrar. Evita. Evita. Evi. Evis. Evange. Te extrañé, pensé en vos y me acordé. Todas las cosas, todas las mañanas, todo lo que hiciste, hicimos.
No fue una despedida aquella tarde, no, fue menos que eso. Sabés que odio las despedidas. Pero en el fondo sabíamos, las dos sabíamos, LO SABÍAMOS, que no nos íbamos a ver pronto. Hasta pronto. Chau. Nos vemos.Fue poco, pocas palabras para tanta distancia. mucha, mucha. Fito Paez. Cerveza en el día de la prima Vera, cuando nadie más tomaba. Tequila. Chicos. Pescado que salta. "Ja, ja-ja, ja". Caminatas a la tardecita por el río. Frutilla con crema. Aqua (el perfume, ¿te acordás?). Alan Sosa. Mati Cos, y su pañal. Mocos secos renaciendo en una nariz peluda, cercanos a una barba prematura. Beto. Internet. Estado Unido. Prostitutas baratas. "La primera que se acercó, cuando yo era la nueva". Teatro, ¡teatro!, burbujitas de colores, el de la remera de Attaque, "vo-vo-vo-vos". Primera salida, MDP, chico que bailaba las de Shakira, y era de Salto, "ja-ja-ja, je-je-je", tu primo ebrio nos defiende. Edu, pancho, las chicas, los chicos, todos esos que ahora nada que ver. Termino por reírme, porque Eva, tus recuerdos, son hermosos.

21 de septiembre de 2007

Agresivos Compulsivos

1, 2, 3, probando, probando. Grabando:
Investigación: Agresivos compulsivos.
Por Laura Pieto.
Día 1: No deja de decirme cosas horribles. “Sos gorda”, “tenés celulitis y estrías”, “nunca vas a conseguir novio”, “nunca vas a ser modelo” “no te pongas blanco que parecés una heladera”.
Esta investigación se está tornando difícil, no sé cuánto voy a soportar.
Día 2: Hoy me dijo que me tiñera de rubio y que empezara el gimnasio. No puedo pasar por adelante sin que me diga algo que me deprima. Son como un sindicato que lucha por destruir mi autoestima. Están por todos lados: El baño, el dormitorio, el living, creo que es omnipresente, me persigue, aparece en cualquier lugar que esté, para insultarme. Hasta en la calle me persigue, está por todos lados.
Día 3: No sé cuanto tiempo más voy a continuar con esto. Por momentos casi no resisto las ganas de deshacerme de ellos. Hoy empecé a planificar la aniquilación. Está todo resuelto. Solo necesito algo fuerte: una maza, un bate, o algo así.
Creo que uno de ellos se dio cuenta de mi propósito, porque intentó golpearme pero me alejé rápidamente y se me cayó el grabador, sólo me salió un hematoma, no pudo matarme.
Día 4: Están todos muy enojados, estoy segura que descubrieron todo. No paran de gritar “matate, matate, ¡matate! ¡No ves que sos horrible, tenés que morir!”. Salgo corriendo de la casa. En la calle también están. Todos son aliados con los de mi casa. Me persiguen. Voy a esconderme debajo de la cama hasta que se olviden de mí y se concentren en alguien más.
Día 5: Por fin conseguí una demoledora. No me importa si tengo que destruir mi casa y la ciudad para asesinar a los espejos y que me dejen vivir en paz. Finalmente estoy llevando a cabo mi plan.
Apareció la policía, no me puedo detener, voy a tener que matarlos también. Están sacando sus armas, no me importa. Me dispararon, parece un dardo tranquiliz

11 de septiembre de 2007

Llorar por llorar

Supongo que hoy sí. Es que a todos nos llega algún día ese día que suprime cualquier consejo de índole psicoanalítico que alguien alguna vez nos dio. Porque el altruismo no es eterno, no, no es infinito. Un día, cansados de pensar en los demás, nos encerramos dentro de nuestros alienados pensamientos y, si, ahora si, somos egoístas. Pensamos en lo mucho que sufrimos, en lo triste que estamos, y en lo deprimente que puede ser la vida, y nos olvidamos, de lo mucho que sufren los demás, los que están peor, porque sabemos que hay quienes están peor, pero en ese momento, no nos importa. De nuevo: somos egoístas. Y no me vengan con eso del colectivismo anti individualista, porque algo de humanismo tenemos todos. Bueno, casi todos. El punto es que, aunque aborrezco el individualismo, tan egoísta, muchas veces, hasta me animo a decir, casi todos los días, soy una persona egocentrista, pancista, mezquina, sí, lo soy, y seguro no soy la excepción a la regla, seguro todos algunas veces lo son. Cuando lloran, cuando lloro. Somos de lo más egoístas, cuando lloramos, nos deprimimos, etc, etc, etc, etc. Si si, no pensamos en el que no come, o en el abusado, el desaparecido, o el asesinado, pensamos en nosotros, alimentamos nuestro ego, ¡pobre de mi, pobre de mi, pobre de mi! Así pensamos desde el declive del alma, desde la profundidad de los problemas, desde lo negro, desde el infierno, nuestro infierno, porque todos tenemos uno. Lo raro es que sabiendo que aunque todos tenemos uno, y que los de algunos están mucho más candentes que los de nuestros, decidimos simplemente evadir los de los demás, como si fuéramos los únicos seres sensibles al dolor sobre la tierra. Cuando si en realidad, no quisiéramos deprimirnos, pensaríamos justamente en la idea de que nuestras miserias comparadas con las de otros, no son nada y eso también es bastante avaro, contrastarnos con los que sufren sólo para sentirnos mejor es sin duda un acto totalmente egoísta, pero también, es la mejor solución a los problemas de depresión.
Y uno sabe cuándo es que llora por algo de verdad grave y cuándo lo hace (ojo, esto se aplica sólo a las personas plañidero-dependientes) por una pequeñez sin sentido, ejemplo pisar caca de perro, que no nos den el asiento en el colectivo, un día de lluvia, que alguien nos grite, que se muera una mariposa, y ni hablar de cuando nos enteramos que las mariposas sólo viven veinticuatro horas (repito, esto es para las personas con problemas de tristeza crónica que lloramos por cualquier, cualquier, cosa). Lo más extraño es que cuando lloramos por cosas estúpidas, no hay nada, absolutamente NADA, que nos calme. A diferencia de cuando lo hacemos por algo realmente importante, que con sólo ver un rato de algún programa superfluo por la tele (la única condición es que no nos haga pensar), nos sentimos mejor. Finalmente, después de uno de estos días (ya sea de tristeza inalterada, pura, como de, llamémosla, tristeza hiper sensitiva) cerramos los ojos, y aunque seguimos viendo todo negro y esta vez literalmente, soñamos con que el día de mañana sea un “hoy no”.

6 de septiembre de 2007

Pasado, no olvidado

Me vestía, prendí la radio, y empezó a sonar la canción, esa, esa canción que antes escuchaba, pero ahora no. Y la escuché, no porque me gustara, sino porque me obligó a hundirme en los recuerdos, y eso me detuvo, y perdí el poder de decisión para cambiar de radio. Y volví, volví tiempo atrás y me vi, desesperada, sí, desesperada, buscándola en un lugar nocturno lleno de gente acalorada y olor a tabaco, gritándole "Juli, Juli", y vi su mirada, bastante perdida a esa hora, tarde, que me miraba con alegría, nos abrazábamos y empezábamos a saltar. A saltar dije. Con una canción con la que nadie saltaba, nosotras dos, solas, saltábamos. Y nos miraban, pero no nos importaba, cuando la canción llegaba a la parte "Espera que ella vuelva y le diga..." saltábamos con más fuerza, como si , esa, fuera la última noche que pasaban esa canción, que sonaba todas las noches. Mientras todos saltaban con Putas, porque en mi ciudad la gente va mucho de putas y todos adoraban esa canción, nosotras lo hacíamos con Campanas en la noche, y tenía sentido para nosotras, mucho sentido. Después, nos perdíamos en la pista y seguíamos bailando (bailando, yo, bailaba) reggetones, marcando cualquier ritmo, girando, como un preso que sale después de años de estar en la cárcel y da vueltas libres y sin formas por el aire, porque respira libertad, bailábamos como despreocupadas, en nuestro mundo. Nuestro, de nosotras dos. Estábamos contentas, nos gustaba ser así, decirnos piratas, hablar con códigos, bailar solas, estábamos bien.
Aunque no estaba de acuerdo con eso de que no importa si la gente habla bien o mal de uno, sino que lo importante es que hable, sabía que hablaban mal, pero no me importaba. Nosotras nos defendíamos mutuamente, eramos indiferentes a la falsedad, no nos interesaba. Era un grupo, pero nosotras, eramos rancho a parte. Y eso nos encantaba.
Entonces, pensé en lo que fui y lo que soy, y supuse que dentro mío convivían varias personalidades. Una, era la que con Juli hacía cualquier cosa que quisiera, no había límites, ni inhibiciones, a esa, no le importaba usar una remera con la lengua de los Stones, o mostrarse con el pelo cuadrado en la frente, o rebelar que tenía un piercing con la misma lengua en el ombligo, esa vive el día a día y el futuro que se vaya a la mierda. La otra, no baila en presencia de otras personas, ni hablar de saltar, camina por la calle escribiendo en un cuaderno, con pasos distraídos, pero observándolo todo muy detalladamente, sin que nadie se de cuenta. Y esta sí, piensa en el futuro, tiene muchos objetivos y vive trabajando en la formación del mañana. Una comía panchos en lo de Omar, la otra come sushi. Y es un cambio radical, pasar de Satisfaction a Regina Spektor. A veces me sorprende. Quien lea esto puede pensar que sufro de trastorno bipolar o trastorno narcisista de personalidad, pero no es así (¡supongo!).
Sé que a veces surge una, y otras veces la otra. También sé que existen muchas más que, quiero pensar, descubriré a lo largo de mi vida.
Es que todos cambiamos a medida que nuestra vida cambia, el ser humano, es como un camaleón, y se adapta a cualquier circunstancia.
Entonces vuelvo en si, y me doy cuenta que todo esto, transcurrió por mi mente en sólo unos segundos de tiempo real. Y me encuentro, sentada, escribiéndolo en el blog, donde alguien (¿quién?) lo leerá.
Sin lágrimas por la mejilla, porque entiendo, hoy, no tengo ganas de llorar.



5 de septiembre de 2007

Como si fuera Alfonsina de verdad

Yo no quiero vivir en un mundo de mentiras nauseabundas
Yo no quiero sentarme en la ventana y ver pasar el sol
Yo no quiero imaginar, fantasear, pensar, sufrir
Quiero realidad en mi cabeza
Quiero realidad
Yo no quiero verte sufrir
Yo no quiero pensar así
Mis verdades claustrofóbicas vuelan y le hacen guerra a mis mentiras
No sé quien soy
¿No sé quién soy?
No sé adonde voy
¿Adónde voy?
Estoy acá, estás allá, cerca, pero allá
Y el colectivo gira cada vez más rápido
El inconsciente colectivo está por vomitar
Quiero ver el cielo, quiero respirar
Quiero ver estrellas y volar allá
Pero no puedo parar
Se que el odio no es bueno y tampoco el amor,
Pero si Neruda le hizo una oda yo lo puedo hacer mejor,
Desde la bronca:
A las cosas
A los viejos que no dejan caminar,
A la ciudad maloliente
Nadie esta contento pero nadie se queja
Tienen miedo que les corten las palabras,
La picana no me va, no, no, no me va,
no me va
No tengo miedo, tengo libertad
Basta de individualismo, necesitamos humanidad
Ni egocentrismo, ni egoísmo, necesitamos amor de verdad
Basta de falsedad
A los que se creen hippies por fumar marihuana
Y son sólo fichas del capitalismo
Eso no es rebelión,
Eso no, ya no, ya no es rebelión, antes sí, pero ahora no
Ahora es ser parte del sistema, y no se dan cuenta
Engordando peces gordos, dueños del oro y del moro
que compran cualquier cosa, que no les importa nada
Y ellos, pobres tontos, los engordan con su persuasión
Critican a la gente, que les cree y les compra sus mentiras
los tratan de ignorantes y por ellos es que tienen trabajo,
¡Ay! ¡La publicidad!
Me voy caminando, miro los negocios
odio la frivolidad,
las personas me miran como bicho raro
Solo por ser diferente
¿A qué? Diferente
¿A mí? ¿O diferente al ser?
Yo no sé
¿Yo qué sé? Que no quiero
La bronca
A veces, sólo a veces, no quiero ser tan diferente
No quiero estar tan loca, ni tan cuerda
No quiero estar
Estar blanca, fría, muerta
Prefiero estar dentro del mar, sí, en el mar
Mar, mar, mar, martes a la madrugada, buen momento para nadar
La costa de Mar del Plata
Las olas que hacen plafY me muero, sí, me muero
No fría, no blanca, no muerta.
En el mar.

23 de agosto de 2007

La Cuca

Antes de ayer la ví. Había dejado la puerta abierta del baño mientras me lavaba las manos, cuando la ví. Pasó moviendo la cola, seduciéndome, tan tentadora como siempre. Me contuve. Caminaba con una terrible lentitud, como si no tuviera nada importante que hacer. Cuando llegó a la línea de baldosas en la que yo estaba parado cambió de posición, me enfrentó, como un toro. La miré, me respondió con una miradita traviesa. Por varios segundos permanecimos así. Volvió a su posición y siguió caminando. Creo que iba a la cocina para ver si le había dejado alguna sobra de pizza. Por un momento me pareció escuchar sus pensamientos, tuve que decodificarlos y traducirlos al castellano para entenderlos (porque es inmigrante de Brasil). Y decían: “Me quiere, estoy segura de que me quiere, sería incapaz de matarme”. Y es verdad, la quería, era mi única compañía.
A pesar de lo que sentía por ella no podía evitar que el miércoles viniera el tipo que había contratado y la matara. No había vuelta atrás, ya le había pagado, ya le había dicho el plan. Era muy triste verla, tan inocente, pobrecita, ignoraba mis malévolos planes, porque no creo que ella pudiera leer mis pensamientos, no, no tenía ese poder sobre mi. Sabía que iba a quedar como un hijo de puta por mandar a matar a mi mejor amiga, pero también sabía que si venía mi madre, y veía que vivía con ella, iba a enojarse mucho, y nadie quiere que mi mamá se enoje.
Entonces llegó el miércoles, junto con el matón. El tipo era un aficionado, estaba como loco, desesperado por asesinarla, tenía los ojos desorbitados, parecían dos huevos duros, por un momento creí que se le iban a salir de la cara. Su cara, estaba teñida de rojo como un vino añejo. Me asustó. Tenía puesto un traje especial que él mismo había fabricado, con químicos mortíferos por todos lados. “Salí”, me dijo. “No. Quiero ver” le contesté firme. Entonces empezó a dar mazazos por todos lados y ella salió asustada. En ese momento, cuando él estaba a punto de echarle uno de sus venenos nocivos, la ví, la amé, sentí que si lo hacía nunca más iba a tener a alguien que por la mañana me despertara y por las noches durmiera al lado mío, alguien que compartiera la mesa con un idiota como yo, alguien que me quisiera y me mirara con cariño. Entonces lo hice. ¡Que mierda! tomé lo primero que ví, que era una cacerola sucia, y le di en la cabeza con todas mis fuerzas. Yo quería frenarlo, dormirlo si era necesario, pero no matarlo, nunca tuve esa intención. Pero sin darme cuenta lo hice, lo mate a cacerolazos.
Creo que lo volvería a hacer, me importa un carajo caer en cana. Si mi amiga corriera peligro otra vez, no dudaría en asesinar al responsable. No estoy loco. Estoy solo, muy solo, tan solo que me hice amigo de una cucaracha, ¿y qué? ¿no dicen algunos que sus mejores amigos son los perros? bueno, yo la elegí a ella ¿está mal?

13 de agosto de 2007

¿Publicidad = No Arte?

Al pensar en arte no se puede dejar pasar nunca la tan debatida definición de lo que el termino abarca. Si uno mira a su alrededor, la calle, se encuentra con miles de imágenes que parecen súper artísticas, por ejemplo: Dos palomas acurrucadas por el frío sobre un techito que en los vértices tiene las caras de dos ángeles sonriendo por la izquierda, pero si caminás un poquito más y los miras por la derecha parecen enojados y bastante aterradores. La imagen te cautiva y pensás: “¿si esto no es arte qué es?”. También te encontras con cosas como a alguien tocando una guitarra, varios graffitis, y unas florcitas pintadas en la vidriera del bar de la esquina. Te cruzas con el chico más lindo del mundo y supones que sus padres eran unos excelentes artistas por crear semejante obra de arte. Y ahí es cuando decís “entonces el Arte es todo lo estéticamente bello” ¿Bello? En este momento, es cuando uno recuerda aquel episodio filosófico en que Hipias le preguntó a Platón “¿Qué es la Belleza?” y Platón respondió: “Es una Bella muchacha”, es decir, le dio a entender a Hipias que lo que sería una bella muchacha para él, seria bello, sin hacer aclaraciones, porque seguramente si hubiera señalado una mujer particular, Hipias habría estado en desacuerdo sobre lo que él tomaba como belleza; porque "el concepto social de belleza es efímero y cambiante, existen muchas formas de bellezas, categorías y criterios estéticos, lo cierto es que la belleza, lo que nunca es, es estática" (de "El viaje de la vida", por Odyseo). Entonces llegás a tu casa y buscas una definición de arte por internet y así te encontras con Wikipedia y su definición de que: “El arte es una forma de expresión, la manifestación de la creatividad y sentimientos humanos”. Si lees el diario, te encontrás con un artículo que dice: “Valorar la publicidad como arte no es tan raro como parece” que cuenta que se hizo una exposición en Nueva York bajo el titulo: “la publicidad como arte”. Entonces te quedas con eso que leíste que te transporta rápidamente a la publicidad, y prendes la tele para ver algo de “arte”. Si lo hacés, seguro te encontrás con el comercial de Vent 3 que protagoniza Iliana Calabró (Ahora famosa por ser excelente bailarina de caño y pésima cantante) e imaginas que decir que eso (¡eso!) es arte es como para provocar que Dalí se levante de la tumba y te asesine. Eso definitivamente no es arte. Es publicidad, pero no arte. ¿Entonces la publicidad no es arte? La publicidad tiene la misma definición que el arte, con una diferencia: Es una forma de expresión y de manifestar la creatividad humana pero con ciertos límites y objetivos que el arte no tiene. Podría decirse que la publicidad es un arte “comercial”.
Los creativos vendrían a ser “primos”de los artistas ya que tienen varios objetivos en común, transmitir cosas, comunicar, a través de su creatividad pero con fines diferentes. La carrera de los publicistas depende de la opinión del cliente y del público para progresar. En cambio un artista no acciona para que al espectador le guste su arte o no, simplemente quiere expresarse y si al público no le gusta no le importa y no le influye porque va a seguir siendo un artista.
Finalmente te aconsejo que te inclines por el pensamiento que altera tu hemisferio izquierdo y te dice: “Hay publicidades que merecen ganar premios y publicidades que no, de la misma forma, hay publicidades que son arte y otras que no lo son”. Y, como dice el proverbio, “La belleza y (en este caso) el arte está en los ojos del que mira”.

11 de agosto de 2007

Vitto

De todos los barrios de Buenos Aires, era en Belgrano donde cada tarde recorría mi manzana preferida. ¿Por qué? Por empezar, los árboles tenían mucho pasto, pasto verde, limpio, sin suciedades, aunque en ninguna cuadra de esa manzana había muchas suciedades, porque casi no iban perros por ahí. Además al lado del bar de la esquina vivía la blanquita crespa que tanto me gustaba. Pero lo mejor de todo era el dueño de ese bar: Tony. Tony era mi mejor amigo, el único que se preocupaba porque yo tuviera la panza llena todos los días, el único que me pasaba las manos por el lomo para hacerme un mimo, esas manos… esas manos grandes, peludas, ásperas de tanto tocar plata sucia, llenas de anillos exuberantes. Fue el único que me puso un nombre, que me trató como algo importante, a pesar de que para el resto de las personas era “ese perro callejero”. “Vitto”, así me llamaba. Decía que venía de “Vittorio” el nombre de su abuelo y que yo le recordaba mucho a su abuelo, porque era su única compañía, y no le hacía preguntas que no quería contestar, yo simplemente “estaba”.
Tony siempre estaba ocupado. Atendía el bar, hablaba con las viejas, contaba la plata, cocinaba, hablaba con los matones. Los matones eran sus amigos, aunque una vez me contó que no eran “amigos” de verdad como lo éramos nosotros, en realidad eran “socios”. Estaba Charly, que era flaco y largo y siempre tenía la cara golpeada, Alessandro, que quedó mudo luego de un episodio con la mafia japonesa, Tito, que era el más joven e intrépido de la banda y Ángelo que tenía una mano con sólo tres dedos. Ellos iban muy seguido al bar. Cuando llegaban pasaban al cuartito del fondo y Tony me decía: “Esperáme afuera Vitto”. Yo entendía rápidamente el mensaje y esperaba mientras escuchaba las peleas de los Hernández, un matrimonio que siempre iba a comer y que nunca dejaba de gritar.
Un martes de otoño fui al bar por un plato de esos riquísimos tallarines que Tony hacía todos los martes. Cuando entré, por la puerta del costado (como siempre), Ángelo se cruzó conmigo pero ni siquiera lo notó, estaba muy alterado. Seguí caminando, fui a la cocina, Tony no estaba ahí, caminé detrás de la caja, y Tony tampoco estaba ahí, no estaba sentado en su banqueta como de costumbre. Entonces levanté la vista y noté que la puerta del cuartito estaba un poco abierta y desde el negocio se podía ver a Tony sentado ahí. Entré, Tony estaba dormido. Empecé a ladrar, pero no despertó. Me acerqué, le lamí la cara y me di cuenta de que tenía un líquido algo espeso que bajaba de su cabeza, pensé que era sopa pero después advertí, por el sabor, que no lo era. Apoyé mis patas delanteras en su estómago y di un salto, pero nada. Entonces puse mi cara cerca de su pecho y fue ahí cuando me di cuenta que su corazón había dejado de latir.