23 de agosto de 2007

La Cuca

Antes de ayer la ví. Había dejado la puerta abierta del baño mientras me lavaba las manos, cuando la ví. Pasó moviendo la cola, seduciéndome, tan tentadora como siempre. Me contuve. Caminaba con una terrible lentitud, como si no tuviera nada importante que hacer. Cuando llegó a la línea de baldosas en la que yo estaba parado cambió de posición, me enfrentó, como un toro. La miré, me respondió con una miradita traviesa. Por varios segundos permanecimos así. Volvió a su posición y siguió caminando. Creo que iba a la cocina para ver si le había dejado alguna sobra de pizza. Por un momento me pareció escuchar sus pensamientos, tuve que decodificarlos y traducirlos al castellano para entenderlos (porque es inmigrante de Brasil). Y decían: “Me quiere, estoy segura de que me quiere, sería incapaz de matarme”. Y es verdad, la quería, era mi única compañía.
A pesar de lo que sentía por ella no podía evitar que el miércoles viniera el tipo que había contratado y la matara. No había vuelta atrás, ya le había pagado, ya le había dicho el plan. Era muy triste verla, tan inocente, pobrecita, ignoraba mis malévolos planes, porque no creo que ella pudiera leer mis pensamientos, no, no tenía ese poder sobre mi. Sabía que iba a quedar como un hijo de puta por mandar a matar a mi mejor amiga, pero también sabía que si venía mi madre, y veía que vivía con ella, iba a enojarse mucho, y nadie quiere que mi mamá se enoje.
Entonces llegó el miércoles, junto con el matón. El tipo era un aficionado, estaba como loco, desesperado por asesinarla, tenía los ojos desorbitados, parecían dos huevos duros, por un momento creí que se le iban a salir de la cara. Su cara, estaba teñida de rojo como un vino añejo. Me asustó. Tenía puesto un traje especial que él mismo había fabricado, con químicos mortíferos por todos lados. “Salí”, me dijo. “No. Quiero ver” le contesté firme. Entonces empezó a dar mazazos por todos lados y ella salió asustada. En ese momento, cuando él estaba a punto de echarle uno de sus venenos nocivos, la ví, la amé, sentí que si lo hacía nunca más iba a tener a alguien que por la mañana me despertara y por las noches durmiera al lado mío, alguien que compartiera la mesa con un idiota como yo, alguien que me quisiera y me mirara con cariño. Entonces lo hice. ¡Que mierda! tomé lo primero que ví, que era una cacerola sucia, y le di en la cabeza con todas mis fuerzas. Yo quería frenarlo, dormirlo si era necesario, pero no matarlo, nunca tuve esa intención. Pero sin darme cuenta lo hice, lo mate a cacerolazos.
Creo que lo volvería a hacer, me importa un carajo caer en cana. Si mi amiga corriera peligro otra vez, no dudaría en asesinar al responsable. No estoy loco. Estoy solo, muy solo, tan solo que me hice amigo de una cucaracha, ¿y qué? ¿no dicen algunos que sus mejores amigos son los perros? bueno, yo la elegí a ella ¿está mal?

13 de agosto de 2007

¿Publicidad = No Arte?

Al pensar en arte no se puede dejar pasar nunca la tan debatida definición de lo que el termino abarca. Si uno mira a su alrededor, la calle, se encuentra con miles de imágenes que parecen súper artísticas, por ejemplo: Dos palomas acurrucadas por el frío sobre un techito que en los vértices tiene las caras de dos ángeles sonriendo por la izquierda, pero si caminás un poquito más y los miras por la derecha parecen enojados y bastante aterradores. La imagen te cautiva y pensás: “¿si esto no es arte qué es?”. También te encontras con cosas como a alguien tocando una guitarra, varios graffitis, y unas florcitas pintadas en la vidriera del bar de la esquina. Te cruzas con el chico más lindo del mundo y supones que sus padres eran unos excelentes artistas por crear semejante obra de arte. Y ahí es cuando decís “entonces el Arte es todo lo estéticamente bello” ¿Bello? En este momento, es cuando uno recuerda aquel episodio filosófico en que Hipias le preguntó a Platón “¿Qué es la Belleza?” y Platón respondió: “Es una Bella muchacha”, es decir, le dio a entender a Hipias que lo que sería una bella muchacha para él, seria bello, sin hacer aclaraciones, porque seguramente si hubiera señalado una mujer particular, Hipias habría estado en desacuerdo sobre lo que él tomaba como belleza; porque "el concepto social de belleza es efímero y cambiante, existen muchas formas de bellezas, categorías y criterios estéticos, lo cierto es que la belleza, lo que nunca es, es estática" (de "El viaje de la vida", por Odyseo). Entonces llegás a tu casa y buscas una definición de arte por internet y así te encontras con Wikipedia y su definición de que: “El arte es una forma de expresión, la manifestación de la creatividad y sentimientos humanos”. Si lees el diario, te encontrás con un artículo que dice: “Valorar la publicidad como arte no es tan raro como parece” que cuenta que se hizo una exposición en Nueva York bajo el titulo: “la publicidad como arte”. Entonces te quedas con eso que leíste que te transporta rápidamente a la publicidad, y prendes la tele para ver algo de “arte”. Si lo hacés, seguro te encontrás con el comercial de Vent 3 que protagoniza Iliana Calabró (Ahora famosa por ser excelente bailarina de caño y pésima cantante) e imaginas que decir que eso (¡eso!) es arte es como para provocar que Dalí se levante de la tumba y te asesine. Eso definitivamente no es arte. Es publicidad, pero no arte. ¿Entonces la publicidad no es arte? La publicidad tiene la misma definición que el arte, con una diferencia: Es una forma de expresión y de manifestar la creatividad humana pero con ciertos límites y objetivos que el arte no tiene. Podría decirse que la publicidad es un arte “comercial”.
Los creativos vendrían a ser “primos”de los artistas ya que tienen varios objetivos en común, transmitir cosas, comunicar, a través de su creatividad pero con fines diferentes. La carrera de los publicistas depende de la opinión del cliente y del público para progresar. En cambio un artista no acciona para que al espectador le guste su arte o no, simplemente quiere expresarse y si al público no le gusta no le importa y no le influye porque va a seguir siendo un artista.
Finalmente te aconsejo que te inclines por el pensamiento que altera tu hemisferio izquierdo y te dice: “Hay publicidades que merecen ganar premios y publicidades que no, de la misma forma, hay publicidades que son arte y otras que no lo son”. Y, como dice el proverbio, “La belleza y (en este caso) el arte está en los ojos del que mira”.

11 de agosto de 2007

Vitto

De todos los barrios de Buenos Aires, era en Belgrano donde cada tarde recorría mi manzana preferida. ¿Por qué? Por empezar, los árboles tenían mucho pasto, pasto verde, limpio, sin suciedades, aunque en ninguna cuadra de esa manzana había muchas suciedades, porque casi no iban perros por ahí. Además al lado del bar de la esquina vivía la blanquita crespa que tanto me gustaba. Pero lo mejor de todo era el dueño de ese bar: Tony. Tony era mi mejor amigo, el único que se preocupaba porque yo tuviera la panza llena todos los días, el único que me pasaba las manos por el lomo para hacerme un mimo, esas manos… esas manos grandes, peludas, ásperas de tanto tocar plata sucia, llenas de anillos exuberantes. Fue el único que me puso un nombre, que me trató como algo importante, a pesar de que para el resto de las personas era “ese perro callejero”. “Vitto”, así me llamaba. Decía que venía de “Vittorio” el nombre de su abuelo y que yo le recordaba mucho a su abuelo, porque era su única compañía, y no le hacía preguntas que no quería contestar, yo simplemente “estaba”.
Tony siempre estaba ocupado. Atendía el bar, hablaba con las viejas, contaba la plata, cocinaba, hablaba con los matones. Los matones eran sus amigos, aunque una vez me contó que no eran “amigos” de verdad como lo éramos nosotros, en realidad eran “socios”. Estaba Charly, que era flaco y largo y siempre tenía la cara golpeada, Alessandro, que quedó mudo luego de un episodio con la mafia japonesa, Tito, que era el más joven e intrépido de la banda y Ángelo que tenía una mano con sólo tres dedos. Ellos iban muy seguido al bar. Cuando llegaban pasaban al cuartito del fondo y Tony me decía: “Esperáme afuera Vitto”. Yo entendía rápidamente el mensaje y esperaba mientras escuchaba las peleas de los Hernández, un matrimonio que siempre iba a comer y que nunca dejaba de gritar.
Un martes de otoño fui al bar por un plato de esos riquísimos tallarines que Tony hacía todos los martes. Cuando entré, por la puerta del costado (como siempre), Ángelo se cruzó conmigo pero ni siquiera lo notó, estaba muy alterado. Seguí caminando, fui a la cocina, Tony no estaba ahí, caminé detrás de la caja, y Tony tampoco estaba ahí, no estaba sentado en su banqueta como de costumbre. Entonces levanté la vista y noté que la puerta del cuartito estaba un poco abierta y desde el negocio se podía ver a Tony sentado ahí. Entré, Tony estaba dormido. Empecé a ladrar, pero no despertó. Me acerqué, le lamí la cara y me di cuenta de que tenía un líquido algo espeso que bajaba de su cabeza, pensé que era sopa pero después advertí, por el sabor, que no lo era. Apoyé mis patas delanteras en su estómago y di un salto, pero nada. Entonces puse mi cara cerca de su pecho y fue ahí cuando me di cuenta que su corazón había dejado de latir.