
30 de agosto de 2009

Clarita
Clarita me deja un mensaje en el Messenger, le contesto y me pregunta por La Escuela, dice que quiere ser Creativa. Le pregunto si no era arquitectura lo que estudiaba, me dice que sí, pero que se quiere cambiar. Entonces le cuento como es la escuelita, pro pero hippie, le digo y ella concluye en que es genial. Finalmente pienso en decirle que si empieza más vale que no se meta con Fidanza, pero después pienso para qué, mejor no decirle nada porque con Clarita nunca se sabe.
El día que egresamos del secundario estuvo con el chico que me gustaba, y ella sabía. Sólo a Luisina le puede gustar alguien así, dijo unos meses antes del egreso. Pero después estaba ahí, comiéndole la boca, como si fuera un manjar. Yo no tenía nada que decirle, no eramos amigas, aunque nos conocíamos desde el jardín y en otro tiempo si lo habíamos sido.
Me acuerdo de cuando teníamos siete y fuimos a jugar a lo de Andrea, jugamos a las escondidas y me tocó contar, la verdad es que en la casa de Andrea me gustaba contar, porque entonces podía recorrer toda la casa, tan inmensa, y descubrir lugares rarísimos como la habitación de la mucama, el sótano, el cuarto de los padres y la heladera con dispenser de cubitos.
Primero la encontré a Andrea, entonces buscamos a Clara entre las dos y no la encontramos por ningún lado, por lo que decidí bajar a buscar al sótano. Abrí todas las cajas en donde podía caber, revolví entre esquíes y juguetes viejos, pero no la encontré. En un momento abrí una caja y vi una muñeca con patas largas, pensé que era la muñeca de Reina en colores. Me pareció raro, porque Andrea no jugaba con muñecas, sólo tenia juguetes de varón, muñecos de guerra y superheroes y aunque eso la avergonzaba, todos lo sabíamos. Pero no pensé más que eso. Entonces nos dimos cuenta que habíamos revisado toda la casa y Clarita no estaba en ningún lado, llegamos a pensar que se había ido. Andrea dijo que habría que ver en el sótano una vez más, yo le aseguré que ahí no estaba pero ella insistió. Bajamos de nuevo, revisé en los mismos lugares y nada. Andrea abrió la caja donde estaba la muñeca y se empezó a reír, entonces salió Clarita toda contorsionada y muerta de la risa: ella era la muñeca pata larga.
Y así era Clarita, cuando menos te lo esperabas te sorprendía mostrándose tal cual era. Como el día del egreso. Y aunque yo no tenía nada que decirle, porque no éramos amigas, un día borracha se lo reclamé. Perdón, me dijo, con cara de meimportapoco, pero ella tampoco estaba muy sobria. Desde entonces no volví a hablar con ella, hasta ahora, que me pregunta si tengo novio y no se cuantas cosas más. Yo le contesto todo, como si me hubiera olvidado, y la verdad es que sí, me había olvidado, hasta ahora, que realmente no me molesta en absoluto.
Me da las gracias y cierro la ventana, como aquella tarde en que cerré la caja ignorando que ella estaba ahí: espero no haber estado hablando con la muñeca pata larga, pensando que era Clarita.
El día que egresamos del secundario estuvo con el chico que me gustaba, y ella sabía. Sólo a Luisina le puede gustar alguien así, dijo unos meses antes del egreso. Pero después estaba ahí, comiéndole la boca, como si fuera un manjar. Yo no tenía nada que decirle, no eramos amigas, aunque nos conocíamos desde el jardín y en otro tiempo si lo habíamos sido.
Me acuerdo de cuando teníamos siete y fuimos a jugar a lo de Andrea, jugamos a las escondidas y me tocó contar, la verdad es que en la casa de Andrea me gustaba contar, porque entonces podía recorrer toda la casa, tan inmensa, y descubrir lugares rarísimos como la habitación de la mucama, el sótano, el cuarto de los padres y la heladera con dispenser de cubitos.
Primero la encontré a Andrea, entonces buscamos a Clara entre las dos y no la encontramos por ningún lado, por lo que decidí bajar a buscar al sótano. Abrí todas las cajas en donde podía caber, revolví entre esquíes y juguetes viejos, pero no la encontré. En un momento abrí una caja y vi una muñeca con patas largas, pensé que era la muñeca de Reina en colores. Me pareció raro, porque Andrea no jugaba con muñecas, sólo tenia juguetes de varón, muñecos de guerra y superheroes y aunque eso la avergonzaba, todos lo sabíamos. Pero no pensé más que eso. Entonces nos dimos cuenta que habíamos revisado toda la casa y Clarita no estaba en ningún lado, llegamos a pensar que se había ido. Andrea dijo que habría que ver en el sótano una vez más, yo le aseguré que ahí no estaba pero ella insistió. Bajamos de nuevo, revisé en los mismos lugares y nada. Andrea abrió la caja donde estaba la muñeca y se empezó a reír, entonces salió Clarita toda contorsionada y muerta de la risa: ella era la muñeca pata larga.
Y así era Clarita, cuando menos te lo esperabas te sorprendía mostrándose tal cual era. Como el día del egreso. Y aunque yo no tenía nada que decirle, porque no éramos amigas, un día borracha se lo reclamé. Perdón, me dijo, con cara de meimportapoco, pero ella tampoco estaba muy sobria. Desde entonces no volví a hablar con ella, hasta ahora, que me pregunta si tengo novio y no se cuantas cosas más. Yo le contesto todo, como si me hubiera olvidado, y la verdad es que sí, me había olvidado, hasta ahora, que realmente no me molesta en absoluto.
Me da las gracias y cierro la ventana, como aquella tarde en que cerré la caja ignorando que ella estaba ahí: espero no haber estado hablando con la muñeca pata larga, pensando que era Clarita.
27 de agosto de 2009
26 de agosto de 2009
21 de agosto de 2009
Noche Bacanales Lupanar

Sofi miraba a las chicas con atención, después de un rato me dijo cual era la mas vaqueteada, según su opinión. Yo veía arte por todos lados. La humedad de las paredes del sótano también dibujaban: encontré la cara de Jim Morrison. No le dije nada a Sofi, si le digo va a despejar las dudas y asegurarse que estoy loca, pensé. No podía decirle que veía belleza en ese sótano viejo y apagado, sucio, decorado con lucecitas de la navidad del '98 y calaveras de vaca, candelabros viejos y chicas desnudas. Supongo que cuando bajamos pensó en dónde se había metido y supongo que todavía más lo pensó cuando tuvimos que agarrar nuestras propias sillas y bajarlas por las escaleritas endebles, pero yo no dije nada, ya se que sabe que todo eso me gusta, entonces empieza a gustarle también.
Cuando bajaba con mi silla me choqué con un dibujante cuarentón que me dijo que eso estaba de bote a bote, supuse que se refería a que estaba lleno y sonreí.
Me gustó. Después fuimos a comer pizza y terminamos en el Paseo la Plaza viendo/escuchando "La venganza será terrible". Divertido. Fuimos a la parada del 71, que no se como la encontramos, y había uno fumandose un porro y tocando la armónica, nos miraba raro, después otro se paró atrás nuestro y nos miraba peor que raro, decidimos tomar el primer taxi que pasara, suerte que pasó rápido, porque ni bien nos subimos el que estaba atrás nos hizo un gesto extraño. Llegamos. Nos despedimos, no sabiendo exactamente cuando sería nuestro próximo encuentro, como siempre.
(Dibujo de Sofia Elena Bryant)
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