11 de septiembre de 2007

Llorar por llorar

Supongo que hoy sí. Es que a todos nos llega algún día ese día que suprime cualquier consejo de índole psicoanalítico que alguien alguna vez nos dio. Porque el altruismo no es eterno, no, no es infinito. Un día, cansados de pensar en los demás, nos encerramos dentro de nuestros alienados pensamientos y, si, ahora si, somos egoístas. Pensamos en lo mucho que sufrimos, en lo triste que estamos, y en lo deprimente que puede ser la vida, y nos olvidamos, de lo mucho que sufren los demás, los que están peor, porque sabemos que hay quienes están peor, pero en ese momento, no nos importa. De nuevo: somos egoístas. Y no me vengan con eso del colectivismo anti individualista, porque algo de humanismo tenemos todos. Bueno, casi todos. El punto es que, aunque aborrezco el individualismo, tan egoísta, muchas veces, hasta me animo a decir, casi todos los días, soy una persona egocentrista, pancista, mezquina, sí, lo soy, y seguro no soy la excepción a la regla, seguro todos algunas veces lo son. Cuando lloran, cuando lloro. Somos de lo más egoístas, cuando lloramos, nos deprimimos, etc, etc, etc, etc. Si si, no pensamos en el que no come, o en el abusado, el desaparecido, o el asesinado, pensamos en nosotros, alimentamos nuestro ego, ¡pobre de mi, pobre de mi, pobre de mi! Así pensamos desde el declive del alma, desde la profundidad de los problemas, desde lo negro, desde el infierno, nuestro infierno, porque todos tenemos uno. Lo raro es que sabiendo que aunque todos tenemos uno, y que los de algunos están mucho más candentes que los de nuestros, decidimos simplemente evadir los de los demás, como si fuéramos los únicos seres sensibles al dolor sobre la tierra. Cuando si en realidad, no quisiéramos deprimirnos, pensaríamos justamente en la idea de que nuestras miserias comparadas con las de otros, no son nada y eso también es bastante avaro, contrastarnos con los que sufren sólo para sentirnos mejor es sin duda un acto totalmente egoísta, pero también, es la mejor solución a los problemas de depresión.
Y uno sabe cuándo es que llora por algo de verdad grave y cuándo lo hace (ojo, esto se aplica sólo a las personas plañidero-dependientes) por una pequeñez sin sentido, ejemplo pisar caca de perro, que no nos den el asiento en el colectivo, un día de lluvia, que alguien nos grite, que se muera una mariposa, y ni hablar de cuando nos enteramos que las mariposas sólo viven veinticuatro horas (repito, esto es para las personas con problemas de tristeza crónica que lloramos por cualquier, cualquier, cosa). Lo más extraño es que cuando lloramos por cosas estúpidas, no hay nada, absolutamente NADA, que nos calme. A diferencia de cuando lo hacemos por algo realmente importante, que con sólo ver un rato de algún programa superfluo por la tele (la única condición es que no nos haga pensar), nos sentimos mejor. Finalmente, después de uno de estos días (ya sea de tristeza inalterada, pura, como de, llamémosla, tristeza hiper sensitiva) cerramos los ojos, y aunque seguimos viendo todo negro y esta vez literalmente, soñamos con que el día de mañana sea un “hoy no”.

No hay comentarios: