23 de junio de 2008

Fidanza

Este post va con esta música de fondo
Estaba en la parada del colectivo y me di cuenta que no tenía monedas, el boletero no venía, y el colectivo tampoco. Bajé al subte para comprar un boleto y que me dieran cambio, cuando estaba esperando en la fila me tocan el hombro, miro por arriba del cuello y era Fidanza. Las pupilas se me dilataron, y mi boca se abrió como para gritar todo lo tenía adentro desde hace tanto, tanto tiempo. Pero no dije nada. No podía hablar. Las palabras no salían, se silenciaban justo cuando estaban en el borde de los labios. No pude decir, no pude, no quise, no sé. Me dijo que me había visto desde que bajé las escaleras y que me quería saludar. Yo no entendía si era verdad, si estaba ahí o si era una alucinación. Se quedó esperando una respuesta pero yo seguía sin hablar, y con la boca abierta y las pupilas dilatas. El centro de mis ojos, ese que es color miel, creo que se puso blanco, creo que estalló y le iluminó la cara, porque así lo vi, iluminado, irradiaba algo, no se qué. Lo vi lindo, mucho más lindo que cuando era mi profesor. Me pregunto si está enamorado, si ama a alguien y lo anima llegar a su casa para saludar a quien lo espera con la ilusión pintada en las mejillas. Como yo, ahora, que sigo teniendo pintadas las mejillas, rojo seguramente, porque la vergüenza se apodera de mí tan rápido como una boca se apodera de una lágrima apurada. Me pregunto por qué las lágrimas son saladas, y por qué no me salieron las palabras.
Cuando me di cuenta, me estaba mirando asustado, ¿qué había hecho? ¿por qué yo no hablaba?, ¿por qué lo miraba así? Entonces hablé y le dije lo que no quería, que estaba sorprendida, que no podía creer que lo encontrara a Findanza ahí, le hablé de él mismo en tercera persona. Me preguntó si seguía en la escuela, le dije sí, sigo. No dejé de mirarlo nunca, se despidió y yo seguí sin decir lo que quería gritar, que había estado pensando en él toda la semana, que lo extrañaba, que lo admiraba, que soñaba todos los días con la posibilidad de encontrarlo en el subte, pero que pensaba que era imposible, que creía que todavía estaba en Egipto. Que nunca iba a ver a alguien como lo veo a él. Pero no dije nada. Nada, nada. Se fue caminando con su paso característico y me tiró un beso con el dedo, yo no dejé de mirarlo, con la boca abierta y las pupilas dilatadas. Porque él, es mi droga. Se fue por las escaleras mecánicas y casi se chocó a un tipo, pero lo dejó pasar. Ese beso me hizo pensar que era gay, pero no me importó. Porque lo que siento por Fidanza va mas allá de cualquier atracción sexual, no se trata de eso. Y si fuera gay, lo amaría igual. Va más allá de una elección sexual, o de lo físico. Amo su forma de caminar, su forma de pensar, de hablar, de moverse y de vivir, amo su arte, amo su estatura. Su pelo. Sus manos de dibujante, siempre amé las manos de dibujante. Amo lo que soy cuando él esta cerca, cuando el habla y cuando se mueve. Porque entonces soy una artista, porque él me inspira y soy profunda, y se filosofar, escucharlo me hace bien. Me acuerdo de que aquella clase en que habló de porqué las personas se enamoran de personas con ciertas características, me acuerdo que pensé en él toda la clase, y me fui sintiéndome bien, e inspirada, como siempre me iba de sus clases, con ganas de escribir, de pintar, de sacar todo lo que tenía adentro porque sentía que iba a explotar. Me fui feliz, porque dijo que reconocemos en la persona que nos gusta, características que en realidad están dentro nuestro, me hizo sentir como él, sentí que le creía, compré todas y cada una de sus palabras. Y supe que no era ninguna miserable, que valía la pena ser yo, si me parecía un poquito a él. Él me enseñó a esculpir.
Una vez me dijo que le gustaban mis ojos, me acuerdo que me alegró el resto del día.
Yo sé que él sabe, sé que se siente alagado, y que le gusta que lo miren como yo lo miro. Sé que nunca saldría con alguien treinta años menor, y tampoco me lo planteo.
Me fui riendo y atontada, no sabía lo que hacía y no podía dejar de reírme, me sentí estúpida, me dio vergüenza, repetí la escena en mi mente, una y otra vez, las imagenes y las palabras, les puse música. Si Fidanza fuera una canción definitivamente sería una brasilera, lenta, de esas que te ponen la piel de gallina y te dan ganas de enamorarte.
Solté una carcajada en el colectivo y dos viejas me miraron, no podía dejar de sonreír. Quería llegar a casa y escribir, ahí no podía, iba parada. Abrí una ventanilla para intentar apagar el calor que me consumía desde adentro. El viento me hizo llorar dos lágrimas.
Quería gritar su nombre en cada esquina. Quería gritar.
Llegué a casa, suspiré y empecé a escribir.
Mañana me compro el caballete.

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